Los negativos para postales

Los clichés negativos del archivo de la Fototipia Thomas, que actualmente se encuentran dispersos en instituciones y colecciones particulares, no son los originales directos procedentes de la cámara del fotógrafo. Son copia reducida, en 10 cm x 15 cm, de dichos originales fotográficos, que generalmente se tomaban sobre negativo de cristal, en 13 cm x 18 cm. Forman parte del proceso industrial para crear las matrices, en planchas de metal o cristal, de las que surgían luego las postales. Es decir, además del valor de las imágenes que contienen, estos clichés documentan unas técnicas industriales de impresión hoy desaparecidas.  Por tanto, son bienes de nuestro patrimonio que deben ser custodiados apropiadamente.

Características

Para poder atender correctamente a su conservación, hay que conocer los materiales que componen las imágenes fotográficas. Los negativos para postales de la Fototipia Thomas tienen las siguientes características:

1. Imágenes negativas conservadas sobre soportes de nitrato o diacetato de celulosa

El nitrato se comenzó a usar como soporte para fotografía en 1889, y fue ampliamente a finales del siglo XIX. Se trata del primer sistema de película flexible que aún a pesar de sus ventajas suponía también ciertos “peligros”. El nitrato de celulosa, en condiciones de extremo calor puede entrar en combustión, lo que pone en peligro la integridad de las colecciones que poseen estos soportes; idealmente deben conservarse en lo que se denomina almacenamiento en frío —por debajo de cero grados centígrados— y su protección primaria debe permitir una buena respiración del material para evitar que los gases se concentren y puedan incendiarse. Algunas grandes colecciones como la de la Ville de Paris, han desarrollado un programa específico de preservación para estos materiales dada su potencial inestabilidad. Sin irnos tan lejos, tenemos el ejemplo de la Filmoteca Española, que almacena sus películas de nitrato en un silo a temperatura de congelación en sus instalaciones de la Dehesa de la Villa.

Por otro lado, el diacetato de celulosa inició su comercialización en 1935, y podemos ver cómo gran parte de este fondo se compone de negativos comúnmente llamados “de acetato”; estos soportes presentan otra patología. En ese caso, no se trata de un peligro de ignición, sino de “el síndrome del vinagre” llamado así por el característico olor que desprende el soporte cuando se degrada al emitir gases de ácido acético, lo que da la pista para saber que los negativos en este estado deben segregarse para garantizar la estabilidad y preservación del resto del fondo. No es hasta 1948, casi al final del funcionamiento de la Fototipia, cuando se descubre el triacetato de celulosa conocido como safety base que supuso el fin de problemas como los anteriormente mencionados.

2. Emulsión de gelatina

La gelatina, es un agente emulsionante con gran sensibilidad a la luz, que favorece tiempos de exposición cortos en la captación fotográfica. Pero se trata de un elemento orgánico que, sometido a condiciones inadecuadas de temperatura y humedad, puede degradarse fácilmente desvirtuando la imagen que en ella se contiene.

3. Máscaras inactínicas

En los primeros cien años de la fotografía era muy común que tanto las lentes usadas en la construcción de los objetivos como la “consistencia” en la producción de emulsiones hiciera necesario que ciertas partes de la escena recibiesen más luz, pero al no ser esto posible, una vez conseguidos los negativos se enmascaraban cielos para oscurecerlos y obtener detalles en ellos.

4. Cintas de papel o metalizadas

Dado el proceso de fabricación de las matrices, las cintas son probablemente vestigios de la unión para conseguir colocar ambos soportes a registro.

Los elementos que componen los negativos de las postales de la Fototipia Thomas revelan que la posibilidad de pérdida por deterioro de estos «incunables» existe, pero puede ser evitada acudiendo a los conocimientos de profesionales e instituciones formadas para custodiar y almacenar adecuadamente estos objetos.

Es cierto que la digitalización permite salvaguardar lo que aparece en los negativos, si ésta se realiza antes de la degradación del soporte, pero son los negativos los que conforman el patrimonio que estamos obligados a conservar por conciencia y por el deseo de legarlos a las generaciones futuras.